La valentía y gratitud de María Fernanda, paciente de St. Jude
Una madre rinde homenaje a su hija y a St. Jude Children’s Research Hospital®.
9 de diciembre de 2024 • 2 mínimo
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El 10 de diciembre de 2014 es una fecha que permanecerá grabada en mi corazón para siempre. Mientras muchos llegan a los Estados Unidos en busca del sueño americano, nuestro viaje estuvo motivado por un propósito totalmente diferente: salvar la vida de nuestra hija.
Solo diez días antes, cuando nuestra hija tenía aproximadamente 14 meses, recibimos la devastadora noticia que ningún padre quiere escuchar: nuestra hija había sido diagnosticada en Cuba con un tipo de cáncer poco común en su ojo izquierdo, conocido como retinoblastoma. En ese momento, sentí como si mi corazón hubiera dejado de latir.
La gravedad del diagnóstico y las opciones limitadas disponibles en nuestro país fueron abrumadoras. Solo un milagro podría haber cambiado nuestra situación, y ese milagro se materializó en St. Jude Children’s Research Hospital®.
A pesar de que los recuerdos dolorosos aún persisten, me siento profundamente agradecida por las bendiciones que hemos recibido. Es un desafío reconciliar el dolor con la gratitud profunda, pero le aseguro que es posible.
Desde 2015, hemos llevado a nuestra hija a St. Jude para sus chequeos rutinarios, y confiamos que todo continuará bien con su salud. Valoramos enormemente esta institución y estamos inmensamente agradecidos por el apoyo constante, la dedicación de los profesionales médicos y el personal en general.
Gracias a las generosas donaciones, las familias como la nuestra nunca recibimos facturas de St. Jude por tratamiento, transporte, hospedaje ni alimentación, lo que nos permite enfocarnos exclusivamente en apoyar a nuestros hijos. Al ingresar a St. Jude, se experimenta una profunda sensación de compasión, propósito, amor y dedicación.
María Fernanda, mi princesa, ha sido siempre la fuente de mi inspiración y fortaleza. Es una niña admirable, por la fortaleza interior que siempre ha demostrado a pesar de sus experiencias. Su resiliencia y alegría se reflejan en sus logros como parte del cuadro de honor de escuela, donde además forma parte del club de teatro y del programa de estudiantes sobresalientes.
Mientras imagino el futuro de María Fernanda, con la ternura de una madre que la valora como el tesoro más preciado, veo un horizonte lleno de optimismo y gratitud. Agradezco cada etapa de su vida, reconociendo que cada una de ellas es prueba de su fortaleza y el cuidado sin igual que ha recibido en St. Jude. Imagino poder celebrar cada momento con entusiasmo y determinación, profundamente agradecida de que este hospital de investigación lo ha hecho todo posible.