En septiembre del 2017, Santiago fue al doctor para su chequeo de 2 años. Todo parecía estar bien, excepto que un examen de sangre reveló que sus plaquetas estaban muy bajas. Cuando su doctor lo refirió al hospital infantil local, María, su mamá, dijo, “Yo asumí que era algo muy serio, así que fui al internet y comencé a investigar sobre las plaquetas y no me gustó lo que vi”.
Santiago no había mostrado ningún síntoma aparente. Sin embargo, en octubre, su familia fue referida a St. Jude Children’s Research Hospital, porque Santiago tenía leucemia linfoblástica aguda.
Cuando St. Jude abrió sus puertas por primera vez en 1962, la tasa de supervivencia de la enfermedad de Santiago era solamente 4%. Ahora es del 94% y St. Jude no descansará hasta que ningún niño muera de cáncer.
El tratamiento de Santiago incluirá casi tres años de quimioterapia. Pero su familia nunca pagará por nada. Las familias nunca reciben una factura de St. Jude por tratamiento, transporte, hospedaje ni alimentación -- para que así puedan enfocarse en ayudar a sus hijos a vivir.
“Yo pensé que era simplemente otro hospital. Pero es una bendición”, dijo María. “Estar en St. Jude nunca te hace sentir que estás en un hospital. Es inexplicable. Nunca imaginé que algún día entraría en St. Jude, especialmente con mi hijo como paciente. Pero a pesar de todo eso, siento una calidez en St. Jude que se siente como mi familia. St. Jude es la segunda casa de Santiago”.
Santiago puede parecer tímido al principio, pero en verdad es extrovertido y muy travieso. Cuando sea grande, él quiere ser bombero.