Natalie, la menor de cinco hermanos, parecía una niña perfectamente sana. Un día, abruptamente, dejó de usar su brazo izquierdo. Sus padres, preocupados por su hija, la llevaron un ortopeda pediátrico. Mientras esperaban los resultados de la visita, Natalie se cayó directamente sobre su brazo izquierdo y lloraba desconsoladamente.
"Esa noche, cuando nos admitieron al hospital, pensábamos que nuestra hija tenía algún tipo de deficiencia mineral", dijo su mamá, Nicole. "Nunca nos imaginamos que ella tendría cáncer".
Natalie tenía neuroblastoma, un tipo de cáncer que surge de las células nerviosas, el cual es de alto riesgo y ya se encontraba en etapa IV. El cáncer ya se había regado por todo el cuerpo de Natalie: ambos brazos, ambas muñecas, la pelvis, las piernas, la columna vertebral, el cráneo y la médula ósea.
Las familias, como la de Natalie, nunca reciben una factura de St. Jude por tratamiento, transporte, hospedaje ni alimentación.
En St. Jude, Natalie recibió quimioterapia, terapia con anticuerpos, cirugía, dos trasplantes de células madre utilizando sus propias células y radioterapia.
Las pruebas recientes de Natalie indican que necesita más tratamientos antes de que pueda ser declarada libre de cáncer.
A pesar de estos retos, Natalie continúa creciendo y convirtiéndose en una niña activa, extrovertida y, a veces, muy obstinada.
"Tiene una personalidad enorme. Ella camina por los pasillos de St. Jude delante de su carrito y agita su dedo meñique en la cara de cualquier persona que cruce su camino. Ella siempre te dirá cómo se siente", dijo Nicole.
St. Jude no descansará hasta que ningún niño muera de cáncer, sin importar dónde vivan.
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