Juan Sebastian
Juan Sebastian
Clase de '22Sobreviviente de leucemia se prepara para seguir una carrera médica
Juan Sebastian se pone de pie frente a su computadora durante una videoconferencia y muestra con orgullo la chaqueta negra que recibió como todos los estudiantes de último año de su escuela secundaria en Colombia. El año 2022 está cosido en un brazo.
El joven de 18 años se está preparando para la graduación y el comienzo de la universidad. Espera con ansias emprender un viaje a Cancún con sus compañeros de clase. Ocurrirá en los próximos meses y será el último viaje escolar. Unos días antes de la ceremonia de graduación, asistirá a una cena formal de celebración con sus padres y una amiga cercana para conmemorar el gran momento.
Las actividades son parte de la culminación de años de largas horas de estudio, pero también un recordatorio de todos los obstáculos que ha superado Juan Sebastian. El adolescente luchó contra la leucemia durante años cuando era niño. Cuando tuvo una recaída, lo atendieron en St. Jude Children's Research Hospital en Estados Unidos y tuvo que perder casi un año de escuela, así como fiestas de cumpleaños, partidos de fútbol y un viaje escolar a Canadá.
“Todo eso quedó atrás y ahora salgo adelante. Y eso es algo muy bonito y especial, porque es bastante increíble pensar que hubo un punto en la vida en la que no sabía si iba a llegar a la graduación o si me iba a graduar”, dijo Juan Sebastian, quien es uno de los tres estudiantes más sobresalientes de su clase.
Esta nueva etapa en su vida empezará en la Universidad de los Andes en Bogotá, donde estudiará medicina. Su sueño es convertirse en médico y algún día trabajar en St. Jude.
"St. Jude es esperanza, es luz y todo para mí”, dijo Juan Sebastian.
Me salvaron la vida. No sé cómo explicar lo que St. Jude significa para mí, pero es solo la ilusión de estar vivo y seguir creciendo.
Juan Sebastian tenía 10 años cuando le diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda, el tipo de cáncer infantil más común. Recibió una quimioterapia agotadora en Bogotá, que a menudo lo dejaba muy débil. A veces, sus padres pensaban que no estaba lo suficientemente bien como para ir a la escuela, pero como estudiante dedicado, no le gustaba ausentarse.
En algunos días difíciles, recordó su padre, Luis, su hijo mezclaba agua con bicarbonato de sodio y jugo de limón en un recipiente que llevaba a la escuela para ayudarlo con los dolores de cabeza y las náuseas.
Juan Sebastian estuvo en remisión durante algunas semanas antes de que un análisis de su médula ósea mostrara que su leucemia había regresado. Los médicos en Colombia comenzaron una nueva ronda de tratamiento, pero su pronóstico era sombrío, dijeron sus padres. Mientras Juan Sebastian organizaba un concierto para recaudar fondos para ayudar a otros niños con cáncer, los amigos de la familia le insistieron buscar ayuda en otros lugares, incluyendo en St. Jude, debido a su trabajo con los cánceres infantiles. Meses después, Juan Sebastian fue referido al hospital de investigación en Tennessee.
Cuando llegaron, estaba frío y oscuro, recordó Juan Sebastian. Pero tan pronto entraron al hospital y notaron sus luces brillantes y el colorido arte en las paredes, sintieron una sensación de tranquilidad y esperanza de que el niño mejoraría.
“Te reciben con una sonrisa”, recordó Juan Sebastian. “Mi papá nos dijo que aquí en St. Jude iban a salvarle la vida a su hijo”.
Recibió un trasplante de médula ósea, así como quimioterapia y radioterapia. Y durante ese tiempo aprovechó para tomar clases adicionales en Tennessee y evitar atrasarse en sus estudios.
También continuó sus lecciones de piano en Memphis, una actividad que había iniciado para reducir la neuropatía en sus manos causada por la quimioterapia anterior. Cuando regresó a Sudamérica, estudió largas horas para ponerse al día con su aprendizaje escolar y permanecer en el mismo grado que sus amigos.
“A pesar de todas las dificultades de su enfermedad, logró obtener excelentes calificaciones”, dijo Luis. “Está muy emocionado con sus logros académicos, pero la mayor emoción que sentimos es poder tenerlo con nosotros”.
Hace unos meses, Juan Sebastian y su madre, María Clara, decidieron tatuarse el brazo izquierdo con el mismo diseño: el logotipo de St. Jude, representado en la silueta de un niño orando. Juan Sebastian dijo que el tatuaje es su diario recuerdo de no obsesionarse demasiado con las cosas pequeñas.
“Hay momentos en la vida en la que uno se olvida un poco todo de lo que pasó y todo lo que sufrió y de los momentos en verdad duros que tuve, y uno empieza a preocuparse por cosas que no valen la pena”, dijo Juan Sebastian. “También es un recordatorio de esa meta que a la que uno quiere llegar, de ayudar y darle la oportunidades a otras personas, como St. Jude me dio esa oportunidad de vida”.
Firmar un anuario es una tradición tradicional. ¡Sea parte de la clase de St. Jude del 22 escribiendo una breve nota en nuestro anuario digital!