El amor de una madrina fortalece el espíritu de un paciente de St. Jude
Melissa y Jenny, unidas por la amistad y su lucha contra el cáncer en St. Jude, se apoyan mutuamente.
16 de diciembre de 2020 • 6 mínimo
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Jenny tranquiliza al pequeño Luis, mientras su marido lo carga en brazos para que el sacerdote pueda derramar el agua bendita sobre su cabecita. El agua acaricia la frente de Luis y unas gotitas caen lentamente por su rostro hasta llegar al cuello del traje de bautismo.
Un momento mágico.
Ese día de agosto de 2019, Jenny se convirtió en la madrina de Luis. Se comprometió a ser su mentora espiritual, la que celebre los momentos especiales en la vida de Luis, junto con la familia, y es la persona encomendada para cumplir el rol maternal para Luis si algo le llegara a suceder a Melissa.
¿Cómo se iban a imaginar los padres de Luis en ese momento que, solo tres meses después, el pequeño sería diagnosticado con leucemia y comenzaría su tratamiento en St. Jude Children’s Research Hospital? Claro que nunca se lo hubieran imaginado.
Pero tampoco pudieron haber elegido a una mejor madrina.
Jenny ha permanecido a su lado, protegiendo a Luis y brindándole amor, tal como lo haría por su propio hijo.
O, mejor dicho, precisamente como lo hizo por su propio hijo. Porque, de hecho, y aunque parezca increíble, el propio hijo de Jenny, Dionisio, también había sido paciente de St. Jude.
Como hermanos
Dionisio (9) saluda a Luis cuando entra a su habitación y lo invita a tomar cualquier juguete que quiera. Adora al pequeño de 4 años y se preocupa por él. Les recuerda a los otros niños que deben darle a Luis su espacio y ser cuidadosos —como si fuese su guardaespaldas personal.
Son mejores amigos, al igual que sus mamás y sus papás, pese a la leve diferencia de edad. Incluso, Luis y su familia llaman “hermano” a Dionisio.
“Todo lo que hace Luis es seguir al hermano, seguir al hermano”, comentó Melissa. “Cuando el hermano ve que Luis está jugando juegos bruscos, le dice: ‘Ey, Luis, ten cuidado con tu amiguito’”.
El “amiguito” de Luis es el puerto que tiene implantado en su pecho para ayudar a St. Jude con las extracciones de sangre y la administración de fluidos para su tratamiento contra el cáncer.
El año pasado, cuando Dionisio se enteró de que el pequeño Luis tenía leucemia, “lloró desconsoladamente”, comentó Jenny.
“No sé si le trajo malos recuerdos del pasado o si simplemente se entristeció con la noticia porque ama a Luis”, dijo Melissa.
Dionisio había comenzado su tratamiento contra la leucemia en St. Jude en 2012, cuando era apenas un bebé de 18 meses, y celebró el final del tratamiento con una fiesta ‘No Más Quimio’ en 2014, cuando tenía 4 años. Dionisio conoce muy bien los efectos dolorosos del cáncer, y sabe cómo ayudar.
Dionisio haría cualquier cosa por ver sonreír a Luis.
Como una familia
Mientras los niños juegan, las mamás conversan en la cocina. En la casa de Jenny se respira un exquisito aroma a enchiladas, y a Melissa se le hace agua la boca. Jenny es oriunda de México, y Melissa, que es hondureña, ama la comida de su amiga, y viceversa. Cuando Melissa cocina para ellos, prepara tajadas.
“Ella cocina y a veces nos llama: ‘Hola, ¿quieren venir todos a cenar?’ O bien, yo hago lo mismo”, dijo Jenny. “Mezclamos nuestras culturas”.
La mamá de Dionisio es la más efusiva de las dos, ella misma se describe como “la amiga loca”. Cuanto más habla, más se suelta Melissa, que es la más tranquila de las dos. Y, de repente, las dos comienzan a reír a carcajadas. Como si fuesen hermanas de sangre.
Y ha sido así desde el momento en que se conocieron, en una reunión hace 12 años, presentadas por sus respectivos maridos, que eran amigos de la preparatoria. “Yo estaba de nueve meses de mi primer embarazo, y a ella le llamó la atención mi enorme panza”, bromeó Jenny.
Quizás el embarazo de Jenny fue el motivo por el cual comenzaron a conversar, pero “sentimos una conexión especial porque ella había perdido a su mamá de pequeña, víctima del cáncer”, comentó Jenny. Melissa necesitaba a alguien en su vida, como una hermana mayor, y Jenny, que es solo unos años mayor que ella y siempre lista para compartir ideas y opiniones, se sintió feliz y afortunada cumpliendo ese rol.
Pero fue la joven Melissa, quien se ocupó de Jenny cuando Dionisio tuvo que someterse a su tratamiento contra el cáncer en 2012. Cuidó a la hija de Jenny, le ofreció acompañarla a las citas médicas de Dionisio, preparó comidas para la familia y se unió al equipo de Dionisio en la Caminata/Carrera de St. Jude. Fue un momento devastador en la vida de Jenny, pero al menos se tenían la una a la otra.
Jenny perdió un embarazo cuando Melissa estaba embarazada de Luis en 2016, y en lugar de sentir tristeza o rechazo hacia Luis, recién nacido, lo cual hubiese sido totalmente entendible, hizo exactamente lo contrario. Le entregó todo su amor a Luis como si fuera su propio hijo. Por lo que no había mejor opción que Jenny para ocupar el rol de madrina.
Hoy, cuando están juntas, hablan sobre las graciosas ocurrencias de sus hijos, —ambas tienen una hija mayor y un hijo menor— y también sobre el cáncer. El pequeño Luis recibe quimioterapia con el mismo plan de tratamiento de St. Jude que curó a Dionisio.
Si la mamá de Luis tiene una pregunta sobre el tratamiento, primero llama a Jenny.
No esperes más
En octubre de 2019, menos de dos meses después de su bautismo, Luis cayó bruscamente de un resbaladero en el parque y se golpeó la espalda. Al poco tiempo, comenzó a cojear. Su forma de caminar no solo empeoró, sino que además comenzó a tener una fiebre que no se le quitaba.
Durante casi dos meses, Melissa llevó al pequeño a distintos médicos. “Por la fiebre, yo sabía que algo le pasaba a mi hijo”, dijo Melissa. “Ya no quería jugar. No se levantaba de la cama”.
A Jenny, estos síntomas le resultaron inquietantemente familiares. La falta de energía, la fiebre —todo le recordaba a Dionisio en los días previos a su diagnóstico de leucemia.
Un día, la suegra de Melissa y Jenny insistieron en que el niño necesitaba atención médica de inmediato, sin importar lo que los médicos le decían.
“La miré a los ojos y le dije: ‘Tienes que llevarlo ahora [al hospital]. No esperes más’”, comentó Jenny.
Entonces, así lo hicieron los padres de Luis. El análisis de sangre del pequeño reveló que tenía leucemia, confirmando los temores de todos.
“En ese momento, todo mi mundo se me vino encima”, comentó Melissa. “Me desplomé sobre el piso y no hice más que llorar y llorar. Porque, como sabes, mi mamá murió de cáncer. Eso siempre estaba presente en mi mente”. Al poco tiempo, la familia fue referida a St. Jude.
Jenny se ocupó de consolarlos.
“Simplemente les dije a los papás de Luis que, en St. Jude, estaba en las mejores manos posibles”, comentó Jenny. “Les dije que pensaran en lo que nosotros habíamos pasado con el hermano, y en nuestro resultado. Lo mismo sucedería con Luis”.
En nuestras vidas por una razón
En diciembre de 2019, al mes de haber iniciado el tratamiento y durante la parte más dura de la quimioterapia, se hizo evidente que Luis perdería el cabello en cualquier momento.
A su mamá, eso le destrozaba el corazón.
Porque le traía recuerdos de cuando tenía apenas 12 y su madre se iba apagando poco a poco. Por lógica, ella creía en las palabras alentadoras de los médicos de Luis que le hablaban sobre las tasas de curación y los avances de St. Jude en el tratamiento de la leucemia. Confiaba en ellos.
Pero el miedo era más fuerte.
Melissa sentía que estaba perdiendo las esperanzas, pero fue entonces cuando Dionisio entró a la habitación de Luis en St. Jude y todo cambió —por el simple hecho de ser el hermano mayor y el niño dulce y tierno que suele ser.
Dionisio estaba sin cabello. Se había rasurado la cabeza por Luis, porque sabía que eso podía ayudarlo.
En su cama de hospital, Luis, que habría hecho cualquier cosa por ser como el hermano, comenzó a sonreír y sus ojitos se iluminaron.
Dionisio se rasura el cabello por Luis.
“Eso me hizo llorar tanto”, comentó Melissa. “Dionisio, el hermano, no tiene idea de lo que sentí en mi corazón ese día. Quería darle un gran abrazo”.
El hermano se estaba ocupando del pequeño, tal como le había enseñado su madre.
“Creo que Dios pone a ciertas personas en nuestras vidas por una razón”, aseguró Jenny.
Sus vidas estaban destinadas a cruzarse para cuidarse mutuamente. Y, ese día, esa habitación de hospital se llenó de esperanza.