Tras 5 años de completar su tratamiento de neuroblastoma en St. Jude, Lucas sueña con una vida junto al mar

El niño chileno regresó al hospital para un chequeo médico que representa un momento crucial para él y su familia.

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Lucas

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Lucas estaba emocionado, pero tranquilo. Sentía que las cosas iban a salir bien.

Su madre, Daniela, también estaba emocionada, pero preocupada por lo que estaba por venir. 

El vuelo de Chile a Memphis, Tennessee, duró más de 12 horas, con escala en Dallas. Ya habían hecho el recorrido varias veces, pero este viaje era distinto y crucial a la vez.

Si todo salía como se esperaba, su visita a St. Jude Children's Research Hospital terminaría con un gran suspiro de alivio y oraciones de agradecimiento.  

Lucas permaneció allí casi dos años durante un intenso tratamiento, pero esta visita marcaba su quinto aniversario libre de cáncer. Si los resultados de sus exámenes demostraban que su organismo seguía respondiendo de buena manera, este aniversario también significaba que, en lo adelante, sería atendido en otra unidad médica, llamada St. Jude After Completion of Therapy (ACT). La clínica está especializada en dar seguimiento a largo plazo a pacientes que padecieron cáncer u otras enfermedades devastadoras en su infancia.

Lucas and his Mom

“No quiero adelantarme. Claramente, es un momento muy esperado y rogamos a Dios que así se lo permita a nuestro amado Lucas”, dijo Daniela.

Llegaron a St. Jude un frío domingo de marzo de 2023. Habían dejado atrás los días soleados y las temperaturas templadas de Santiago, la capital de Chile, donde disfrutaban del comienzo del otoño. 

Pero Lucas se mostraba contento porque estaba visitando lo que suele llamar su “segundo hogar”. Su felicidad era tal que los exámenes médicos, incluso los que requirieron pinchazos de agujas y extracciones de sangre, no afectaron su ánimo.

“Algunas cosas son dolorosas y otras no, pero al final todo aquí es muy entretenido”, dijo Lucas. 

Sin embargo, Daniela no pudo evitar pensar en todos los días de incertidumbre que pasó en St. Jude junto a su hijo, quien fue sometido a varios tratamientos y cirugías. Recibió altas dosis de quimioterapia, anticuerpos, radiación de protones y un trasplante de médula ósea, con todos sus efectos secundarios. En aquél entonces, esta madre rezaba para que Lucas, su único hijo varón, lograra sobrevivir. Después de completar los tratamientos y de haber regresado a casa, sus oraciones se centraron en el bienestar de su pequeño y en que el cáncer se mantuviera alejado.

“Siempre hay una cuota de preocupación, la cual, obviamente, tratamos de camuflar un poco, pero Dios siempre es grande y nos acompaña en este camino y en este recorrido. Y siempre venimos con mucha esperanza y con mucha fe (al hospital)”, dijo.  

En casa, Lucas ha estado viviendo su niñez al máximo. Y en la escuela, su rendimiento también da frutos. Incluso llegó a recibir un premio como estudiante sobresaliente. Es un niño amistoso, sociable y atlético, a quien le gusta practicar fútbol y fútbol americano. Aparte, disfruta de la pesca, es un ávido esquiador y maneja su propio barco de vela.

La navegación a vela es un deporte practicado por su familia desde hace décadas. Tanto su abuelo como su padre tienen botes con nombres relacionados al hospital. A uno de ellos lo han nombrado "St. Jude". El otro es conocido como "Memphis".  

Lucas dice siempre está listo para navegar, un deporte que le energiza porque puede “sentir el viento, respirar la brisa del mar y el calor del sol” en su piel mientras disfruta el paisaje. También ha hecho muchos amigos amantes del deporte de la vela.

“Mi objetivo es seguir navegando y pasar un buen rato”, dijo Lucas. “Me gusta mucho navegar porque me da mucho tiempo con la naturaleza y es muy entretenido”.  

Lucas había estado sintiendo algunos dolores de espalda después de largos días navegando. Mientras iba a sus citas médicas, se preguntaba si eso podría llevar a los médicos a decirle que dejara de ser tan activo. “¿Seguiría siendo capaz de navegar? ¿Competir?’’, solía preguntarse.

Un diagnóstico alarmante 

Lucas

Lucas tenía tres años cuando le diagnosticaron neuroblastoma, después de tener fuertes dolores de estómago y vómitos. Daniela tuvo que llevarlo a la sala de emergencias en tres ocasiones.  El neuroblastoma es un tumor canceroso que casi siempre afecta a niños. 

Los tumores de neuroblastoma en general se desarrollan en las glándulas suprarrenales (ubicadas encima de los riñones). Pero los neuroblastomas también pueden comenzar en, o expandirse a, otras áreas, incluidas el tórax, las regiones de la columna vertebral o la médula espinal y el abdomen. 

Las primeras pruebas mostraron que los tumores en el abdomen de Lucas se habían extendido a su médula espinal. El pronóstico no era alentador.

“Fue una noticia que nunca esperas (recibir)”, dijo Daniela. “El dolor es indescriptible; es como si uno estuviera paralizado”. 

Los médicos en Chile refirieron a Lucas a St. Jude, a unas 5,000 millas de Santiago.

Aunque Daniela y su esposo, Carlos, nunca habían estado en Estados Unidos, días antes del diagnóstico habían comprado boletos para llevar a Lucas y a su hermana mayor, Sofía, a Disney World en Florida. Pero la noticia deshizo sus planes y la familia se enfocó en llevar a su hijo a Tennessee cuanto antes. 

A su llegada al hospital, Daniela recordó sentir un alivio inmediato. Conoció a médicos que le aseguraron hacer todo lo posible para salvar a su pequeño. Y no le quedaba duda de que así sería.

“Te dan todas las alternativas, incluso más de las que existen”, dijo Daniela. 

A través de cada nuevo tratamiento, dijo Daniela, los médicos los mantuvieron informados, alentándolos durante los momentos difíciles. Dijo que está agradecida con los médicos y los donantes de St. Jude por todo lo que hacen para ayudar a niños como Lucas. 

“Cada vez que el camino se volvía difícil, y que uno iba tropezando, los mejores recuerdos que tengo son que siempre habían ángeles aquí en los pasillos de St. Jude, quienes te tomaban del brazo y te hacían seguir caminando”, dijo Daniela. 

Un futuro en altamar 

Esta vez, tras más de 5 años del último tratamiento, Daniela y su hijo se encontraron caminando nuevamente por los pasillos del hospital. Era tiempo del chequeo anual de Lucas. El primer día estuvo lleno de citas y exámenes.  Durante el segundo día, se aseguraron de pasar por la capilla, uno de sus lugares favoritos en el campus de St. Jude. Allí pudieron rezar y dar gracias. Poco después, Daniela se sentía optimista. Le habían comunicado que las pruebas y tomografías habían salido bien y que no eran necesarios exámenes adicionales.  

Luego se reunieron con el médico principal de Lucas, quien les confirmó que no había señales de cáncer en las evaluaciones. Inmediatamente, se abrazaron, felices de escuchar esas palabras.

“Le di las gracias por su dedicación durante tanto tiempo de tratamiento”, dijo Daniela, quien dijo que los médicos examinaron la espalda de Lucas. 

Antes de irse, el médico le dio el visto bueno al joven para seguir navegando. 

Era “una de las cosas que me preocupaba, y que le pregunté al médico”, dijo Lucas al explicar que tenía previsto participar en su segunda regata a su regreso a casa. 

Daniela dijo que su hijo, como la mayoría de los niños de su edad, ha estado mostrando señales de querer más independencia de sus padres.

“Fue como un paso (más) hacia una libertad mayor para él y (de) poder demostrar que ya tiene la capacidad y la fuerza para seguir adelante”. 

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