Sobreviviente de cancer de St. Jude cuenta su historia de herencia cultural y supervivencia

Con mayor madurez, Ramón Hernández, sobreviviente de St. Jude, reflexiona sobre su pasado – y cómo su propia historia de vida enriquece su presente

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Len Delony

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La semana del Día de la Independencia de México ha comenzado, y muy pronto, Ramón Hernández hará una transmisión en vivo por Facebook Live. Hernández trabaja para el Departamento de Asuntos Culturales del Consulado General de México en Los Ángeles.

Cuando tienes un trabajo así, cada día es una nueva oportunidad para celebrar tu herencia cultural.

Las personas podrán acceder en línea para participar del evento y ver a los mariachis tocando en vivo desde Jalisco, la cuna del mariachi y el lugar donde nació Hernández. La música de mariachi es una tradición que ha ido pasando de generación a generación en México, un arte aprendido solo de oído.  

Hernández ama su trabajo porque lo ayuda a seguir conectado con su país, México, adonde no ha regresado desde 2001. Fue en ese año cuando comenzaron a aparecer manchas rojas en todo su cuerpo —la señal de alarma de la leucemia.

“Especialmente para alguien como yo que no ha estado en México desde hace tiempo, es reconfortante hacer algo por mi país desde aquí, desde los Estados Unidos”, comentó Hernández.

El tema de la conexión ha sido muy importante últimamente para este joven de 26 años que pasó gran parte de su vida sin mirar atrás.

Ramon Hernandez

El tiempo en tratamiento, medido en número de dinosaurios

St. Jude Children’s Research Hospital le salvó la vida y le permitió seguir adelante. Su elección de reflexionar sobre su pasado, ahora, ha sido una manera de rememorar los hechos que forman la historia de su vida y valorar —e incluso celebrar— lo que ha tenido que atravesar.

Hernández no recuerda mucho de su vida antes de llegar a St. Jude por su diagnóstico de cáncer, pero lo que sí recuerda es que algunas veces caminaba con su padre por el centro de Guadalajara, Jalisco —su ciudad natal— de camino al trabajo.

Solían caminar por la Plaza de Armas, pasando por la catedral, en dirección al Palacio de Gobierno. Recuerda el sonido que hacían los zapatos de vestir de su padre al caminar y la calidez de su mano sosteniendo la suya.

Pero el cáncer, por supuesto, lo cambió todo.

Su mamá, María Hernández, recuerda el estresante vuelo en avión que tuvo que hacer sola con su pequeño de 6 años, que no se sentía bien y apenas podía caminar hasta la puerta del avión.

“Tenía la maleta en una mano y a mí, un niño enfermo, en la otra, mientras intentaba no perderse en el aeropuerto”, comentó Hernández. “Me imagino lo difícil que debió haber sido para ella”.

A todo esto, se sumaba la barrera del idioma. Pero, en el enorme aeropuerto de Texas, se toparon con una buena samaritana, una mujer que se preocupó y se tomó el tiempo de ayudarlos para que llegaran a tiempo a hacer su conexión.

“Si la volviera a ver, le agradecería profundamente”, afirmó María. “Le diría que, gracias a su ayuda, pudimos ver crecer a nuestro hijo durante los próximos 20 años”.

Llegaron a St. Jude en enero de ese año, y Hernández recuerda que todo olía diferente, incluso antes de salir del aeropuerto. “Sabía que era una ciudad, pero podía percibir un cierto aroma a bosque”, recordó Hernández.

Y su impresión del lugar fue cada vez más positiva.

“Los hospitales de México y muchos otros hospitales de Estados Unidos tienen las paredes blancas”, comentó Hernández. “Todo luce esterilizado e iluminado con luces blancas. La diferencia en St. Jude es que, en cuanto entras al hospital, miras hacia arriba y ves una pintura brillante y colorida. Luego, ves las paredes, y a la gente que trabaja allí. El aura general de St. Jude me hizo dar cuenta de que estaba en un lugar diferente.

Una de las pocas cosas que sabía de Estados Unidos era que Disneyland estaba allí. Entonces pensé: ‘Tal vez estoy en el Disneyland de los hospitales’”.

Hernández comenzó el tratamiento de St. Jude que era estándar por aquel entonces para tratar la leucemia linfoblástica aguda - tres años de quimioterapia. Su padre y su hermana viajaron para que la familia pudiera estar unida. Hernández aprendió inglés a través de clases especiales provistas por St. Jude y viendo los programas infantiles que le interesaban, como los de dinosaurios. Películas como The Land Before Time y Jurassic Park despertaron en él la pasión por aprender sobre las civilizaciones y los pueblos y las criaturas que existieron antes que nosotros.

Ramon Hernandez

Todo le recuerda a St. Jude

“En St. Jude, después de acudir a una cita médica, puedes elegir algo del baúl de juguetes”, compartió Hernández. “Yo siempre me llevaba un dinosaurio. Entonces, tres años después, cuando mi tratamiento de quimioterapia terminó, tenía toda una caja llena de dinosaurios. ¡Todo tipo de dinosaurio que te puedas imaginar!”.

Hernández celebró su fiesta No Más Quimio en 2004, lo que marcó el final de su tratamiento. Fin de la historia, ¿cierto?

“Por un lado, quería dejar todo eso atrás y concentrarme en mis estudios, la familia y todo lo demás”, afirmó Hernández. “No es que quería olvidarme de todo, sino que de alguna manera quería volver a tener una vida normal”.

Ramon Hernandez

Continuó con su vida normal, y se graduó el año pasado de UCLA con títulos en historia y ciencias políticas. Ramón comenzó su carrera en el Consulado, donde ahora ayuda a organizar diversos eventos y celebraciones culturales. "La mayor parte de mi trabajo consiste en contactar a los artistas y cineastas y asegurarme de que tengan todo listo para su evento, incluidas las promociones", comentó Hernández.

Pero lo vivido en St. Jude siempre siguió muy presente en él.

“Todos los días, hay algo que me hace pensar, que me hace acordar de mis días en St. Jude, ya sea un comercial o un simple recuerdo”, comentó Hernández. “Siempre hay algo que me recuerda a St. Jude. Jamás olvidaré que me dio otra oportunidad en la vida, y finalmente me di cuenta de algo: ¿Por qué querría olvidarlo?”

Recibir terapia lo ayudó aún más a reconciliar su pasado con su presente.

“Un día me dije: ‘cuando eras niño, tuviste que atravesar momentos muy duros. Quizás debas ir a ver a alguien para asegurarte de estar bien’”, expresó Hernández.

Y hoy, posiblemente por primera vez en su vida, tiene la certeza de que lo está.

El año pasado, cuando Hernández regresó a St. Jude para participar en un estudio de sobrevivientes de cáncer, decidió comenzar a buscar oportunidades para apoyar al hospital. 

“Lo que me dio St. Jude es algo que nunca podré devolverle”, expresó Hernández, “pero recaudar fondos es una manera de retribuir a St. Jude. Retribuir todo lo que pueda y generar conciencia de todas las maneras posibles”.

Ramon Hernandez

A principios de este año, Hernández comenzó a hacer livestreams de sus videojuegos para recaudar dinero para St. Jude a través de St. Jude PLAY LIVE. (Sus videojuegos favoritos son Civilization VFortnite y FIFA)

Primero, tuvo que aprender a hacer livestreams, y dice que lo ha ayudado de maneras inesperadas.

“Me ayudó con mi trabajo que ahora es virtual debido a la pandemia”, comentó Hernández. “He aprendido, por ejemplo, a hacer el overlay, crear una vista previa con contador de cuenta regresiva, responder comentarios, hacer transiciones de imágenes, y muchas otras cosas”.

Una tradición rica y emocionante

“Y voy a usar casi todas estas técnicas, o todas, en el evento de los mariachis”.

A principios del 1800, mientras México luchaba por independizarse de España, los mariachis eran músicos que viajaban de una ciudad a otra, compartiendo noticias de los padecimientos del pueblo mexicano a través de las canciones.

Esta música revolucionaria y contundente tiene una rica historia cultural y apela a nuestros sentimientos y emociones. Hoy en día, nunca falta en las celebraciones y es considerada la música mexicana por excelencia.

Puedes escuchar a los mariachis de Jalisco, y no saber nada de todo esto y aun así disfrutar del livestream, moviendo los pies y sintiendo un torrente de emociones sin siquiera conocer su historia.

Pero Hernández cree que conocer la historia del mariachi enriquece la experiencia.

Así como su propia historia de vida enriquece su presente.

Esta es la música de Jalisco —la música de Hernández— que va a transmitirse en vivo para espectadores de todas partes. Tan real y relevante como siempre lo fue.

Hernández siente la belleza de la música. Toma a su gata en brazos y baila con ella hasta el final del livestream.

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