Es uno de los días más alegres en St. Jude Children’s Research Hospital — el último día de quimioterapia.
Es una fiesta — una fiesta de 'No Más Quimio’, con ovaciones y confetti y el personal del hospital cantando a coro una canción en inglés que dice algo así...
Nuestros pacientes tienen la más bonita sonrisa. Nuestros pacientes tienen el más dulce corazón. Oh, nos encanta verte todos los días, pero llegó el momento de decirte: empaca tus cosas, ya sales de aquí, ¡que la quimio terminó!
Pero eso solo sería el comienzo de la celebración para la pequeña María Isabella – o Isa como la llama su familia – de apenas 4 añitos, quien vino a St. Jude con su familia desde Honduras para recibir tratamiento contra la leucemia linfoblástica aguda (LLA).
Varias familias del colegio Holy Rosary, donde los hermanos mayores de Isabella -Kenneth y Mia- son estudiantes, planeaban organizar una gran fiesta para la familia que está a más de 2,000 millas de distancia de su hogar, pero que la escuela adoptó como propia.
“Ya habíamos pensado en todos los detalles de la fiesta”, comentó Savannah Grow, cuya hija Addison es compañera de 2do grado de Mia. “Iba a ser una gran celebración, la idea era ir a encontrarnos con ella en el hospital, y de allí partir para la casa de una de las familias para disfrutar de una hermosa fiesta”.
Todos iban a vestir las mismas camisetas, con un diseño de la hermana de Savannah.
Pero entonces llegó el COVID-19 y todo cambió.
Las escuelas cerradas. Algunas ciudades en total cuarentena. Y los eventos que no se cancelan se transforman y se llevan a cabo de maneras que jamás imaginamos - como esa pareja de Chicago que se casó a través de una videoconferencia con su rabino, cura, familiares y amigos.
Entonces el grupo de familias de Holy Rosary tomó prestada una idea, después de ver videos de maestros alrededor del país desfilando en sus automóviles por los vecindarios de los estudiantes como una manera de mantener viva la conexión entre todos, pese al aislamiento social.
Fue así como le llevaron la fiesta a Isa.
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Una caravana de padres y niños se dieron cita afuera del campus de St. Jude. De pie junto a sus vehículos decorados y con letreros de aliento, las familias de la escuela ovacionaron a Isa y su familia en su camino desde la salida del campus del hospital pasando por toda la línea de autos.
Luego, la familia detuvo su vehículo, e Isa, desde el otro lado de la calle, caminó observando a todas las personas que estaban allí gritándole palabras de aliento y dijo: “¡Son todos mis amigos!”
Fue una mezcla de amor, espíritu escolar e ingenio en tiempos del COVID-19. Y un momento lleno de esperanza y alegría en una época de confusión mundial.
“Vinieron aquí desde Honduras”, comentó Savannah. “Literalmente dejaron todo en Honduras. No conocían a nadie en Memphis. Luego, los niños ingresaron a Holy Rosary y se convirtieron en parte de nuestra familia”.
En el otoño de 2017, Isa fue diagnosticada cuando estaba por cumplir 2 añitos.
En ese entonces, la familia ni siquiera había oído hablar de St. Jude. Pero al conocer el lugar, llegaron a pensar que era “como nuestro pedacito de cielo”.
Es donde vamos para sentirnos seguros. Es un lugar donde todos te brindan amor y te dicen que todo va a estar bien. En St. Jude, uno nunca está solo.
Al cruzar las puertas de St. Jude, habiendo terminado el tratamiento, y después de escuchar que le dijeran de la manera más dulce posible “empaca tus cosas, ya sales de aquí que la quimio terminó”, encontraron todavía más amor esperándolos.
Una fiesta improvisada en tiempos difíciles. Una conexión humana cuando todos tenemos que mantener distancia.
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