Cerca del Día de Acción de Gracias, Lucas comenzó a quejarse de serios dolores de cabeza. Inicialmente sus padres pensaron que Lucas solo estaba tratando de llamar su atención. ¿Después de todo, a que niño de 3 años le dan tantos dolores de cabeza?
En diciembre, los padres recibieron una llamada de la guardería en el que estaba Lucas. Les dijeron que su hijo estaba acostado en el piso, quejándose de su dolor de cabeza. Adicionalmente, el estaba caminando extraño y no quería jugar. Ese mismo día buscaron donde se le pudiese hacer una resonancia magnética.
Lucas sentía mucha emoción, ya que él pensaba que le iban a “arreglar su cabeza”, dijo su mamá. Pero lo que se suponía que era un procedimiento de 30 minutos se convirtió en uno de dos horas.
“Finalmente nos dijeron que podíamos pasar al cuarto de Lucas para ayudar a despertar a mi bebé” menciono su mamá. “Tan pronto escucho mi voz, abrió sus ojitos y me pregunto si podíamos jugar con sus juguetes. Dentro de breves momentos se me acerco una doctora. Ella me conto su nombre y menciono que era una neurocirujana pediátrica. Me pregunte: ¿Por qué tengo que hablar con una neurocirujana”?
Un día sus padres estaban midiendo el tamaño del pescado que Lucas había atrapado en un logo por si mismo. Al próximo les estaban diciendo el tamaño del tumor en la parte de atrás de su cabeza, y que tenían que removerlo a través de cirugía.
Lucas estuvo en cirugía en su hospital pediátrico local por ocho horas. Un par de semanas después de su operación, Lucas y su familia estaban de camino a St. Jude.
Las familias, como la de Lucas, nunca recibirán una factura de St. Jude por tratamiento, transporte, hospedaje ni alimentación.
La familia extrañaba su hogar, pero después de pasar diez meses en St. Jude, Lucas y su familia encontraron un segundo hogar. Lograron obtener un poco de felicidad y crear alergia para sí mismos.
Casi un año después de comenzar su tratamiento en el hospital, Lucas pudo celebrar el haber completado su última sesión de quimioterapia.